Para Anthony Hudson, entrenador del equipo neozelandés, más conocido como los All Whites, existen equipos que destacan en las rondas eliminatorias, pero que para los partidos en los que se define la clasificación, simplemente, dejan de jugar. Hudson, era evidente, esperaba que en el segundo partido contra Perú el once de Ricardo Gareca no contradijera a la tradición. No seré una seguidora acérrima del fútbol, pero, como peruana, sentí que el entrenador Hudson puso el dedo en una profunda herida, porque parece una metáfora que se repite en ámbitos que van más allá del tema futbolístico. Esta reflexión me hizo recordar una clase con mis alumnos de la universidad, en la que ellos me contaron que era ‘’normal’’ que los explotaran en sus trabajos ‘’Tienes que marcar tu salida y volver a trabajar’’ o ‘’en todas partes es así’’, fueron frases que escuché aquella mañana de parte de ellos Y, al preguntarles sobre las empresas donde trabajaban, mi sorpresa fue aún mayor, al ver que se trataba de compañías bien ranqueadas en los rankings de empresas con las mejoras prácticas o el mejor clima para trabajar.

Al igual que nuestros jóvenes de la selección, al menos hasta antes de estos últimos meses, pareciera que no nos creemos lo capaces que somos, no nos sentimos lo suficientemente empoderados para salir a ganar, vemos el éxito como algo que no nos corresponde. Por un tema de cultura, aprendemos desde muy niños a adoptar la perspectiva de la desesperanza. Desesperanza, porque llegar al mundial era algo que solo podía ocurrir en la época de nuestros padres o abuelos, porque simplemente eran ‘’otras épocas’’. Desesperanza, porque es ‘’normal’’ aceptar marcar nuestra tarjeta y volver a trabajar. Desesperanza, porque el éxito es un intangible que solo se vive en las películas. Como en el caso de mis alumnos, para nosotros, termina siendo ‘’normal’’ la explotación, la corrupción, la inseguridad, la pobreza, la discriminación, el caos vehicular o perder, por octava vez consecutiva, nuestra oportunidad de llegar al mundial. Y, junto a ello, sentimos que así es y que así seguirá siendo. Así es el Perú pues.

EL TIGRE DE LA ESPERANZA

Ricardo Gareca es un líder que demostró que, trabajando incansablemente con el firme propósito de forjar un equipo ganador, era posible alcanzar la clasificación. Es un líder que transformó su misión de convertir el futbol peruano en un deporte más competitivo, en un esfuerzo por cambiar la mentalidad peruana de que todo es ‘’normal’’ y de que todo debe seguir según ese desesperanzador status quo. En ese sentido, cabe preguntarse, ¿qué hizo Gareca que no hicieron otros directores técnicos de la selección? Una de las primeras decisiones fue contratar a un psicólogo, para ayudar a sus jugadores a manejar la altísima presión de representar a un país con grandes expectativas.

Un reto que implica desaprender era desesperanza y aprender a valorarse, a creerse que, con esfuerzo, disciplina, práctica, buena técnica y talento, es posible convertir el trabajo en equipos en goles. De esta manera, los jóvenes seleccionados lograron vencer en este proceso a su mayor rival: ellos mismos.

Como consultora en cultura organizacional me toca trabajar con líderes de negocios que, en sus esfuerzos de cambio cultural, respondiendo preguntas como: ‘¿Qué hago para que mi equipo se atreva a decirme las cosas?’ ‘¿Por qué me dicen que sí cuando no saben, en lugar de preguntar?’, o ‘No entiendo por qué me tienen miedo’. Como verán, ese patrón de desesperanza no es propio de nuestros jugadores. Forma parte de nuestra cultura, por lo que está presente en lo jóvenes que representan al Perú en diferentes disciplinas deportivas tanto como en los que van cada día a trabajar. No dicen las cosas por la sencilla razón de que tienen miedo de estar mal, de equivocarse, de ser desvalorizados. Aún no creen en sí mismos.

CREERSELA Y GANAR

El periodista neozelandés Liam Hyslop, que escribe sobre fútbol en el diario online Stuff.conz, señaló que los mejores jugadores y equipos tienen un aura imparable a su alrededor, y que mucho de lo que representa este deporte está más en la mente que en los pies. Es decir, si entras a la cancha pensando que será un juego difícil, lo será y perderás. Gareca ha logrado que los jugadores de la selección entren a la cancha con una fortaleza psicológica sin precedentes los últimos 30 años, con temple mental y, lo más importante, con esperanza y confianza en sí mismos. Los hemos visto mantenerse ecuánimes y en control frente a potentes adversarios y es claro que no se ha tratado de un golpe de suerte sino de una constante, juego tras juego, lo cual denota que los resultados son de fruto de un trabajo disciplinado, de valorarse y sentirse que ellos también pueden. El éxito ya no es un privilegio de algunos países o un golpe de suerte. Ahora, con un largo trabajo por delante, pero que ya comenzó, el éxito pronto podrá ser parte del nuevo ADN cultural del futbol peruano.

En ese sentido, tanto sector privado como el público necesitan líderes como Gareca, para forjar jóvenes emprendedores, capaces de contribuir activamente, no solo con la empresa, sino con la sociedad en general. Jóvenes empoderados, que tengan opinión, que digan lo que piensan, que tomen riesgos, que cuestionen el status quo y luchen por sus ideales incansablemente y sin miedo. Como todos los peruanos, deseo fervientemente que hagamos un excelente papel en Rusia 2018, pero no solamente por lo que significa en el terreno de lo futbolístico sino, más importante, por el mensaje que deja este seleccionado para la sociedad en su conjunto. No es ‘’normal’’ perder todo el tiempo, no es ‘’normal’’ que te exploten en el trabajo.

Con preparación, técnica, disciplina, dedicación y pasión por lo que hacemos, desde las áreas de Recursos humanos o Gestión de Personas, es posible seleccionar, potenciar y retener colaboradores con mente de triunfadores, que logren todo lo que se propongan en beneficio de ellos mismo y de la organización. No se trata de pensar que es ‘normal’ que solo nos convoquen para armar el árbol de Navidad en estos meses, o que es ‘normal ’ que solo nos encarguemos de pagar las planillas. En nuestras manos está la posibilidad de empoderar a los trabajadores. Los buenos resultados están en nuestra cancha. Empecemos entonces a empoderarnos y creer que somos lo suficientemente capaces de generar cambios como jefes de RR.HH. primero, para salir a empoderar al resto de la empresa.

 

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