Hace poco mi dentista me comentaba que cuando empezó a trabajar eran pocos los pacientes que tenían bruxismo (apretar o rechinar los dientes), mientras que hoy después de 20 años, el 70% de sus pacientes requieren dormir con un protector (férula dental) en la boca para evitar los daños debidos al bruxismo.

¿Y a qué se debe esto? Pues a la tensión con que uno vive en el día a día. Esta tensión va generando estragos en nuestra salud física y mental que más temprano que tarde nos pasa la factura. ¿Y por qué tanta tensión? Pues simplemente porque el ser humano no está diseñado para el ritmo de vida que nos está imprimiendo la modernidad.

Si trabajas en una empresa o eres un emprendedor te habrás dado cuenta que las estrategias que funcionaron hace unos años hoy no funcionan más. ¿Por qué? Porque las cosas cambiaron y siguen cambiando. Y cuando crees que ya encontraste el camino, pues nada, vuelven a cambiar.

Quizás el consumidor cambió su preferencia hacia un nuevo producto, se desarrolló una nueva tecnología que desplazó tu servicio, llegaron nuevos competidores, se cambió una ley, bajó el precio internacional de los minerales, compraron la empresa donde trabajas, cambiaron a los directores, y así podemos seguir enumerando la inmensidad de cambios que pueden remover nuestra deseada estabilidad.

Toda la inteligencia, educación y experiencia que tengas no serán suficientes para protegerte de los cambios. Pero hay algo que te ayudará infinitamente a adaptarte y sobrevivir, y esto es “aprender a aprender”.

Dicho de otra forma, aprender la manera más eficiente para que nuestro cerebro absorba nuevos conocimientos permanentemente; aprender a comprender el punto de vista de otras personas para enriquecer el nuestro; aprender a cuestionar nuestras creencias y supuestos; aprender a ser un poco escépticos ante lo evidente y más flexibles ante los nuevos paradigmas; aprender a decidir con evidencia y a la vez escuchar nuestra intuición.

Lo sé, no es fácil. ¡Es más, no es nada fácil!

Tampoco te puedo decir que hay recetas mágicas. Por el contrario, te digo que es muy difícil ver lo que no vemos, darle sentido a lo que siempre estuvo equivocado, decir no sé. Nuestros mecanismos de defensa, esos que permitieron que el homo sapiens no se extinguiera de la tierra y que nos alertan del peligro, son esos mismos los que nos nublan la vista. ¿Por qué? Pues muy simple, porque “no saber” nos hace sentir indefensos, asustados, vulnerables, inseguros y, a ningún ser humano le gusta sentirse así.

Bueno, para que no te sientas frustrado/a de leer mi artículo, te doy tres secretos que te van a ayudar a aprender a aprender. Al menos, a mí me están ayudando muchísimo y agradezco infinitamente a la persona que me los dio:

  1. Valora el no saber. Si no sabes algo piensa que estás un paso más allá de todos aquellos que creen que sí saben. Así que, en lugar de sentirte inseguro/a conéctate con el sentimiento de ávido aprendiz y disponte a aprender.
  1. Trabaja con equipos diversos. Busca rodearte de personas donde encuentres diversidad de ideas y conocimientos, y cada vez que se presente algo que te parezca equivocado, pregunta y repregunta, pues es muy probable que justamente allí esté la llave que te permita ver lo que ahora es invisible para ti.
  1. Gestiona tu tiempo. Aprende a no andar corriendo como gallina descabezada ya que esto te pone en modo “adrenalina”, es decir, modo de defensa, reactivo, acción basada en lo que ya dominamos. Para aprender necesitas entrar en modo analítico, contemplativo, innovador, organizador, un modo basado en probar aquello que es nuevo y que no dominamos.

Si leíste el artículo hasta aquí es que quieres aprender. ¡Te felicito! Y por eso te obsequio una Encuesta de Gestión del Tiempo donde podrás auto evaluarte y en solo 5 minutos descubrir qué tan bien defines tus prioridades y te organizas para lograr tus metas.

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